[
El Viaje Maravilloso
]
Hacia las
profundidades de nuestro ser
Por
Ilie Cioara
El mensaje de Ilie Cioara es
original y único, aunque forzosamente nos recuerda a Kahlil
Gibrán, Nisargadatta, Vicente Beltrán Anglada o Krishnamurti.
Cioara nunca viajó a la India y jamás perteneció a ninguna
escuela. Su mensaje es claro: practicando el silencio de la
mente con toda nuestra atención llegamos a descubrir nuestro
potencial interno: somos uno con la Chispa Divina que reside en
nuestro interior.
No hacen falta maestros,
métodos, técnicas ni rituales. De hecho, todos los métodos y
todos los rituales vienen de la mente y originan patrones
mentales, reforzando de este modo la ilusión y la presión del
ego. Nuestra naturaleza divina es infinita, sagrada y eterna.
Pero ningún esfuerzo de la mente ni del ego nos llevan hasta
ella.
Publicado por:
Editorial Sirio
Este libro es un mensaje dirigido a todos aquellos interesados en
descubrir la Gran Verdad. Cada capítulo refleja un aspecto del
encuentro con la Vida en Su Eterno movimiento, novedad y
frescura intrínsecos, momento tras momento.
En cada capítulo, se revela la unicidad de la experiencia –el
encuentro directo y personal con el momento–, lo cual subraya el
valor práctico de este libro. De hecho, se describe en él una
manera nueva de relacionarnos con la Vida, completamente
distinta a todo lo que la humanidad ha hecho durante miles y
miles de años y a lo que continúa haciendo en el camino de la
evolución espiritual.
Con esta nueva perspectiva, invito al lector a combinar la
lectura con la práctica; es una invitación a conocerse a sí
mismo. Sin esta aplicación personal, directa e inmediata, el
lector nunca alcanzará una verdadera comprensión, ni las
bendiciones espirituales que nacen de ese descubrimiento que es
siempre nuevo.
Las palabras que he empleado para describir el fenómeno del
“Conocerse a sí mismo” tal vez se repitan a veces, pero la
experiencia real de la integración con la Verdad Sublime siempre
ocurre espontáneamente, como una realidad que se descubre
momento tras momento.
La maravillosa aventura de recorrer el camino sin retorno que es
la evolución espiritual excluye –desde el primer instante–
cualquier idea preconcebida sobre el autor o sobre cualquiera de
los temas que trata este libro. Elimina, por tanto, la presencia
del autor y quédate sólo, cara a cara con cada título y su
significado. De esta manera, la investigación de cada fenómeno
de la vida que describe el autor será enteramente un
descubrimiento personal tuyo. Y para que puedas explorar de
verdad ese estado, el único instrumento que vas a necesitar es
una atención lúcida, viva, total y absolutamente
desinteresada, pues el efecto espontáneo de la atención es
similar al de los rayos del sol: cuando abrimos las ventanas en
una habitación a oscuras, ante la luz del sol desaparece
cualquier sombra u oscuridad, incluso de sus rincones más
tenebrosos.
Gracias a la luz de la Atención, conseguimos disolver sin
esfuerzo las reacciones mecánicas de la mente y nos fundimos con
el “vacío psicológico”. En la paz o pasividad de la mente, tiene
lugar entonces un fenómeno que es puro gozo: trascendemos el
mundo finito y nos adentramos en lo Ilimitado. Y en este nuevo
estado, el ego ha desaparecido por completo.
En ese maravilloso momento logramos una mente nueva, de
proporciones universales, que se renueva eternamente con cada
instante de conciencia, a la par que empiezan a funcionar
células cerebrales nuevas que nos permiten comprender la
Singularidad de la Verdad, revelada espontáneamente en el
deslumbrante fulgor del momento.
He aquí algo que nos permitirá comprobar si hemos aplicado
correctamente la llama de la Atención: en ese instante
afortunado experimentamos un auténtico estado de paz en la
totalidad del ser, y alcanzamos de inmediato el estado de “ser”,
o de “Conciencia Pura”.
Al fenómeno de la fusión espiritual absoluta con el Gran Todo, se
le suelen dar diferentes nombres: Soledad Interior, Iluminación,
Reino de los Cielos, Nirvana, Divinidad Creativa o Dios. En
realidad, dado que en el estado de Superconciencia existimos y
nos manifestamos enteramente como Amor, Belleza, Bondad y
Felicidad, todas esas denominaciones, que encontramos con
frecuencia en las diversas formas de literatura religiosa, son y
seguirán siendo vagos intentos de expresar y definir “Aquello
que es inexpresable e indefinible”.
En definitiva, por muy bello que sea su sonido, las palabras no
son ni serán nunca la Realidad, sino una mera descripción de
ella. Es imposible descubrir la Verdad utilizando la mente
repleta de conocimientos; sin embargo, la Verdad se puede
experimentar directamente. Para encontrarnos con la Realidad,
tenemos que profundizar hasta lo más hondo, traspasando el
significado de los símbolos. Todo ser humano es capaz de
encontrarse con esa Singularidad, pero a condición de sacrificar
el “yo personal” o “ego”, esa estructura posesiva, sectaria y
que tanto nos confunde.
Disolver o disipar la estructura del ego –alimentada por las
imágenes de la memoria– no es tan difícil como parece a primera
vista. Lo cierto es que la sencillez de la experiencia, así como
la ausencia de cualquier meta o propósito, hacen que al
principio cueste creer que de verdad haya sucedido.
Intentemos entender partiendo de una observación innegable,
lógica y obvia. Por una parte, está nuestra mente, siempre
limitada por su contenido y por la naturaleza de su bagaje de
recuerdos, que se manifiesta en el momento presente como una
entidad fragmentaria, imaginativa y subjetiva; por otra, está la
Existencia Infinita, en eterno movimiento, que se manifiesta
como novedad y sorpresa en cada momento que se nos
revela.
Al ver esta realidad, nos preguntamos: ¿puede la mente abarcar y
comprender al Infinito? Por supuesto que no, y nunca podrá
hacerlo, pues se trata de dos dimensiones separadas. ¡Lo que es
limitado no puede abrazar Aquello que no tiene límites!
Ante este problema que la vida nos plantea, ¿qué podemos hacer
con respecto a la mente? Y la respuesta es: ¡absolutamente nada!
Al darse cuenta de su impotencia, la mente se vuelve humilde, y,
en el silencio que llega, toda especulación intelectual toca a
su fin sin ningún esfuerzo. El silencio incondicional de la
mente permite que la Realidad Única –que existe dentro de cada
uno de nosotros, así como en cada milímetro de este Universo– se
revele por Sí sola, dándonos la oportunidad de vivir en total
armonía con nosotros mismos y con el resto del mundo.
Por eso, nunca debemos contentarnos con el mero conocimiento
intelectual, pues ese tipo de saber es y será siempre sólo un
fragmento impotente, no será nunca la totalidad; puede ser
incluso perjudicial, ya que, debido a él, el individuo le
concede una importancia aún mayor a su ficticio “yo personal”,
aumentando así su condicionamiento.
Para disipar cualquier duda, debemos mencionar que es imposible
alcanzar la Verdad Absoluta con la ayuda de la razón, el
análisis, la imaginación, las oraciones, la repetición de
fórmulas o mantras, etcétera. No La podemos descubrir mediante
la búsqueda, el esfuerzo ni la voluntad, sometiendo nuestro
cuerpo físico a privaciones, ni deteniendo por la fuerza el
constante vagar de la mente, ya que cualquiera de estas
tentativas está fundamentada y sustentada en un conocimiento
previo, y esa expectación que se crea, basada en una imagen de
lo que sería alcanzar la meta deseada, no tiene nada en común
con la Verdad, la cual se manifiesta como lo Desconocido, como
algo nuevo e íntimamente conectado con el instante presente. Lo
conocido y lo Desconocido no pueden coexistir bajo ninguna
circunstancia; la presencia de lo uno excluye categóricamente a
lo otro.
Tampoco puede ninguna fe religiosa, concepto filosófico,
análisis, psicoanálisis ni método –por muy prometedor que
parezca– conducirnos jamás al umbral de la Eternidad, por la
simple, lógica y objetiva razón de que todas esas formas de
abordar la Existencia y de hacer realidad la Verdad Sagrada
tienen su origen en lo conocido, y se basan en residuos de la
memoria almacenados a modo de imágenes. Este bagaje de
información –“la mente docta”– sólo puede funcionar en sentido
egocéntrico; por eso, cualquier logro que creamos haber
alcanzado con ella ha de ser por fuerza ficticio, engañoso,
confuso y efímero.
* * * * *
Cada apartado o terna que aparece en este libro te ofrece
–constante y continuamente– la llave de oro; y si, con
espontaneidad la usas de la manera correcta, te abrirá la puerta
al Paraíso o Reino de los Cielos, el cual sólo se puede
encontrar en nuestro interior.
Aquí, en las profundidades de tu ser, descubrirás la Perfección
Divina, el Gran Amor, que provoca –por Sí mismo–
transformaciones radicales y que elimina todos los residuos
acumulados en la superficie de la conciencia y también en sus
capas más profundas. En ese estado, como el “yo personal”
–creación del intelecto– ha desaparecido por completo, es
imposible hacer daño a nadie, ya que ese alguien es “Uno” con
nosotros.
He aquí otro modo de integrar tu ser con la Gran Energía Cósmica.
Allí donde estés –en casa con tu familia, en la calle, en el
trabajo, solo o en medio de una multitud–, hazte la siguiente
pregunta: “¿Funciono como una “Unidad”? ¿Soy un “Todo” –cuerpo,
mente y espíritu– perfectamente consciente, en “el aquí y el
ahora”?”.
Si aparece un pensamiento o una imagen que te saca del momento
presente, que te atrae hacia el pasado o hacia el futuro,
sencillamente sé consciente de él haciendo uso de una Atención
total; verás que el simple hecho de sacar a la luz su aparición
hace que el pensamiento o la imagen desaparezca espontáneamente.
Entonces, libres por completo del pasado, nos encontramos con el
momento siguiente, y lo único que ha hecho falta es que fuéramos
“Uno” con el movimiento de la Vida.
Ten cuidado, no obstante, con la astucia del ego, pues intentará
introducir un propósito o una meta –es decir, intentará
introducirse– en la experiencia de vivir como un ser
completo. El propio “yo individual” –al notar que va perdiendo
importancia– te aconsejará que confíes en profesores del mundo
exterior: en predicadores o maestros.
Ten cuidado con todos esos impostores espirituales, que te
engañan, y además se aprovechan de ti en sentido material. Si de
verdad se hubieran encontrado con la Verdad Sublime una sola
vez, se habrían separado por completo de todas las fes y métodos
prácticos que tratan de imponerte. En cualquier caso,
desapegarse de esos falsos expertos es decididamente más fácil
que desapegarse del “yo personal”.
No hagas de lo que te estoy explicando –el simple encuentro con
uno mismo– un ideal, una meta ni un propósito a alcanzar.
Estemos siempre a disposición del flujo de la Vida, que es una
sorpresa constante en cada momento. Esa Vida o Divinidad se
manifiesta siempre como frescura perpetua, y por lo tanto exige
que la recibamos con la misma frescura.
Para lograrlo, bastará que, con la llama de la Atención,
disipemos las reacciones de la mente, pues no son más que
apariciones mecánicas por las que nos dejamos confundir. Su
desaparición incondicional nos transporta entonces a un estado
de libertad psicológica y de armonía interior, que nacen nuevas
un momento tras otro. Nuestra mente se extiende así hasta lo
Infinito y nos une con el movimiento total de la Vida.
ILIE CIOARA
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5.
La Intuición
La
intuición
es una sorpresa…, es pureza absoluta:
en un instante percibimos la Realidad obvia;
la Realidad se refleja en el espejo de nuestra conciencia
y la comprensión envuelve todo nuestro ser.
El misterio
evidente no se apoya en el proceso de pensamiento.
Se revela a través de sí mismo y por sí
mismo, sin ninguna preparación;
espontáneamente revela experiencias directas
que están más allá del tiempo…, reveladoras certezas.
No se puede
buscar la
intuición,
ni la puede cultivar la mente con sus deseos y esfuerzos.
A fin de crear la atmósfera apropiada para tan maravilloso
regalo,
la paz y el silencio son el secreto.
Un sólo
obstáculo nos impide lograr ese estado,
y es el ego junto con sus residuos,
que irrumpen en el presente y distorsionan la percepción.
Lo viejo jamás podrá encontrarse con lo real,
que es perpetua frescura revelándose y expandiéndose en el
presente.
Si lo vemos como
lo que es –un obstáculo disfuncional-
y lo ponemos en evidencia a cada momento,
desaparece; estar alerta lo disuelve.
Cada vez que lo viejo aparezca, lo acompañaremos, atentos,
libres de cualquier prejuicio o ideal.
Ese simple
encuentro frontal lo disipa al instante.
Queda entonces el “vacío psicológico”, en comunión con el
silencio,
que, sobre Su pantalla de luz, se manifiesta como Realidad.
La
intuición
es testigo de esta realización.
Empleamos
palabras sólo a fin de comunicarlo,
de explicar el fenómeno de la integración.
Sólo podemos anticipar que, si hay otras
experiencias, serán también indescriptibles
y se revelarán en un estado de soledad.
La
intuición es esa capacidad que tiene la Divinidad en nuestro ser de
advertirnos o dirigirnos prodigiosamente, mediante impulsos
súbitos y fugaces como el rayo. Es una sorpresa y un misterio
instantáneo. No tiene conexión con la mente condicionada; al
contrario, se nos revela sólo en ausencia del pensamiento.
Jamás, de ninguna manera, podemos predecir su aparición. No se
puede cultivar ni invocar con la ayuda de una fórmula
determinada.
Nuestro único
deber es crear un clima favorable donde la
Intuición
pueda revelarse por sí sola. El único obstáculo que obstruye su
misteriosa presencia es el ego, con su gran bagaje de recuerdos,
una entidad ficticia. Cuando lo vemos como lo que es –con la
ayuda de una lúcida Atención–, el ego desaparece
espontáneamente.
El “vacío psicológico” sobreviene con naturalidad; todo nuestro
ser, en perfecta armonía e íntima sencillez, trasciende entonces
el mundo finito y se funde con lo Ilimitado.
En un estado de “Conciencia Pura”, las respuestas
intuitivas se reflejan en la luminosa pantalla de la conciencia.
Estos impulsos
intuitivos o bien pueden revelarnos peligros momentáneos
que amenazan nuestras vidas, o verdades ocultas, o bien pueden
darnos una instantánea comprensión de aspectos de nuestra
existencia cotidiana.
Feliz aquel que, desapegado de sí mismo, se abandona a la
voluntad de la Divinidad, ofreciéndose como un instrumento a
través del cual lo Divino afirma Su Sagrada guía.
Sólo en este nivel de existencia conoce y experimenta el ser
humano seguridad verdadera, algo que todos los habitantes del
planeta Tierra buscan continuamente.
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"Quien busca, encuentra"... por eso, los buscadores, siempre
buscan, incansablemente.