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La Leyenda de Wesak
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"Ning�n
precio que se nos exija ser� demasiado elevado para ser �til a la
Jerarqu�a en el momento de la Luna Llena de Tauro, el Festival Wesak;
ning�n precio es demasiado elevado para obtener la iluminaci�n
espiritual posible, particularmente en este momento."
Djwhal Khul
El Festival Wesak se celebra
en reconocimiento de un acontecimiento viviente actual. Se lleva a cabo
anualmente, en el momento del plenilunio de Tauro, en el que se trasmite
a la Tierra la bendici�n de Dios, por intermedio de Buda y de Su
hermano, el Cristo.
Paralelamente al
acontecimiento espiritual interno tiene lugar la ceremonia f�sica
externa, en un peque�o valle del Tibet, en los Himalayas. El sue�o,
leyenda o acontecimiento puede ser descripto como sigue: Existe un
valle, situado al pie de los Himalayas tibetanos, a una altura bastante
elevada, rodeada por monta�as excepto hacia el noreste, donde existe una
estrecha abertura. El valle tiene forma de botella con el cuello hacia
el noreste, abri�ndose hacia el sur. En el extremo norte cerca de la
abertura hay una gran roca plana. No hay �rboles ni arbustos en el
valle, est� cubierto de una alfombra de pasto duro. Las laderas de las
monta�as s� se encuentran tachonadas de �rboles.
En el momento del plenilunio
de Tauro comienzan a llegar peregrinos, hombres santos y lamas que se
acercan ocupando la parte sur y central, dejando el extremo noreste
relativamente libre. All� seg�n reza la leyenda, se congrega un grupo de
Grandes Seres que son en la Tierra, los custodios del Plan de Dios para
nuestro planeta y para la humanidad. Con su sabidur�a, amor y
conocimiento forman una muralla protectora para nuestra raza, tratando
de guiarnos de la oscuridad a la luz, de lo irreal a lo real, y de la
muerte a la inmortalidad. Este grupo de conocedores de la divinidad, se
sit�a en el conf�n del valle en c�rculos conc�ntricos, de acuerdo al
grado de desarrollo inici�tico, prepar�ndose para un gran Acto de
Servicio.
Delante de la roca mirando
hacia el noreste, se hallan en niveles et�ricos, esos Seres denominados
"los Tres Grandes Se�ores": el Cristo, que se sit�a en el centro; el
Se�or de las formas vivientes, el Man�, que se sit�a a la derecha; y el
Se�or de la Civilizaci�n, el Maestro Rakoczi, que se halla a su
izquierda. Sobre la roca descansa un cuenco de cristal lleno de agua.
Detr�s del grupo de
Maestros, Adeptos, iniciados y trabajadores avanzados en el Plan de
Dios, se sit�an los disc�pulos y aspirantes del mundo en sus diversos
grados y grupos, los que constituyen en esta �poca el Nuevo Grupo de
Servidores del Mundo. Algunos est�n presentes en cuerpo f�sico y llegan
por medios comunes, otros se hallan presentes en sus cuerpos
espirituales y en estado de sue�o.
Al acercarse el momento de
la Luna Llena, se produce una quietud entre la muchedumbre y todos miran
hacia el noreste. A una se�al dada, los Grandes Seres forman tres
c�rculos conc�ntricos y empiezan a cantar. Cuando el c�ntico se ahonda y
cobra m�s ritmo, los Visitantes et�ricos se materializan y una figura
gloriosa se torna visible en el centro de los c�rculos. Le llaman con
varios nombres: Se�or Maitreya, Bodhisattva, Cristo, Se�or de la Paz y
del Amor; es el Maestro de todos los Maestros que forman la Jerarqu�a
planetaria para llevar a cabo la finalidad divina de este planeta.
El Cristo aparece vestido
con un manto blanco puro, Su cabello le cae por los hombros en ondas.
Tiene el Cetro de Poder en Su mano, que le diera el Anciano de los D�as
para esta ocasi�n. Ning�n Maestro puede tocarlo salvo el Cristo, el
Maestro de todos los Maestros. En cada extremo de este Cetro de Poder
hay una gran empu�adura de diamante que irradia un aura azul y
anaranjada de gran belleza. Los Iniciados que est�n en los tres c�rculos
lo enfrentan en el centro, y cuando �l se torna m�s visible, todos Ellos
se inclinan y cantan un m�ntram de salutaci�n y afirmaci�n.
Luego, estos c�rculos se
convierten en un c�rculo solo y una cruz, en cuyo centro est� el Cristo.
Aqu� nuevamente el c�ntico conmueve los corazones y las almas de los
presentes, y descienden m�s alegr�a, paz y bendici�n sobre la
muchedumbre.
El pr�ximo movimiento es el
tri�ngulo dentro del c�rculo, en cuyo �pice est� el Cristo. Est� de pie
cerca de la pe�a y coloca el Cetro de Poder sobre ella. En la pe�a el
cuenco de cristal se ve con ornamentaciones doradas y guirnaldas de
flores de loto cubren la roca y cuelgan de los rincones.

Despu�s Ellos realizan otro
movimiento que es un tri�ngulo con tres �valos que se entrelazan en el
centro del mismo, donde est� el Cristo. El movimiento siguiente es una
estrella de seis puntas y luego la estrella del Cristo: el pentagrama o
estrella de cinco puntas. Aqu� el Cristo est� en el �pice cerca de la
pe�a; a su derecha el Man�, a su izquierda el Maestro Rakoczi, un Gran
Ser en el centro y otros dos Grandes en las puntas inferiores de la
estrella.
Est�n presentes los regentes de todos los tipos de energ�a: los Maestros
Morya, Koot Humi, el Veneciano, Serapis, Hilari�n, Jes�s e Iniciados,
disc�pulos y aspirantes espirituales; y aqu� el c�ntico crea gran
tensi�n en la muchedumbre y Cristo tomando el Cetro de Poder de la pe�a,
lo levanta y dice:
" -- Presto, Se�or, ven..."
Luego, pone nuevamente su
Cetro de Poder sobre la pe�a durante unos pocos momentos antes de la
Luna Llena, y los ojos de todos los presentes se vuelven hacia la pe�a.
La expectaci�n de la multitud aumenta y la tensi�n es mayor y crece
constantemente. A trav�s de la multitud parece sentirse un est�mulo o
vibraci�n potente que tiene el efecto de despertar las almas de los
presentes, fusionando y unificando al grupo, elevando a todos y
realiz�ndose un gran acto de demanda, ansia y expectativa espiritual. Es
la culminaci�n de la aspiraci�n del mundo que se halla enfocada en este
grupo expectante.
Pocos minutos antes de la
hora exacta, en que tiene lugar el Plenilunio, se divisa a lo lejos un
peque�o punto de luz en el cielo, que al acercarse se va transformando
en un n�tida silueta, que adquiere la forma de Buda sentado en su
cl�sica posici�n de loto, envuelto en Su manto color azafr�n, ba�ado en
luz y color. Su mano derecha levantada en bendici�n. Cuando �l llega a
un punto sobre la pe�a, Cristo entona
La Gran Invocaci�n, y todos los
presentes caen postrados tocando la Tierra con sus frentes.
Esta Gran Invocaci�n crea una corriente estupenda de energ�a que inunda
los corazones de los aspirantes, disc�pulos e Iniciados, y llega a...
Dios. Este es el momento m�s sagrado del a�o, el momento en que la
humanidad y la divinidad toman contacto. En el momento exacto de la Luna
Llena, el Buda pasa a Cristo la energ�a de primer rayo -Voluntad- que
Cristo recibe y cambia en Voluntad al Bien.
Cristo es el gran
celebrante, extiende Sus manos, toma el cuenco, lo alza sobre Su cabeza
y luego lo pone de nuevo sobre la pe�a. Entonces, los Maestros cantan
himnos sagrados y el Buda, el Gran Iluminado, despu�s de bendecir a la
muchedumbre desaparece lentamente en el espacio.
Todo el ceremonial de la
bendici�n, desde que Buda aparece en la lejan�a, hasta el momento en que
desaparece, dura solo 8 minutos. El sacrificio anual que realiza Buda
por la humanidad ha concluido, retornando nuevamente a ese alto lugar
donde trabaja y espera.
El Se�or Buda posee su
especial modalidad de energ�a que derrama al bendecir al mundo. Esta
bendici�n es maravillosamente excepcional, por su autoridad y categor�a,
pues Buda tiene acceso a planos de la naturaleza que no se encuentran al
alcance de la humanidad; y por lo tanto, puede trasmutar y transferir a
nuestro plano la energ�a de planos superiores. Sin la mediaci�n de Buda,
esta energ�a no ser�a aprovechable pues su vibraci�n es muy elevada y
nos es imposible percibirla en los planos f�sico, emocional y mental.
As� la energ�a que Buda difunde por su bendici�n, encuentra de esta
manera, canales por donde circular, llevando aliento y paz a los capaces
de recibirla.
A�o tras a�o, Buda regresa
para impartir Su bendici�n y tiene lugar la misma ceremonia. Cada a�o �l
y Su hermano el Cristo, trabajan en �ntima colaboraci�n para beneficio
espiritual de la humanidad. En estos dos grandes Hijos de Dios se han
concentrado dos aspectos de la Vida Divina. A trav�s del Buda fluye la
Sabidur�a de Dios, a trav�s del Cristo el Amor de Dios se manifiesta a
la humanidad, derram�ndose sobre ella en caso de la Luna Llena de Tauro.
En ese momento son posibles
grandes expansiones de conciencia. Los disc�pulos e iniciados de todas
partes pueden ser ayudados y estimulados espiritualmente, a fin de
permitir al hombre, penetrar conscientemente en los misterios del Reino
de Dios.
Siguiendo con la leyenda,
cuando el Buda ha desaparecido, la multitud se pone de pie y Cristo
distribuye el agua bendita a los Iniciados y a todos los que est�n
presentes en el valle. Esta hermosa "ceremonia de la comuni�n del agua"
nos insin�a simb�licamente , que la Nueva Era est� ya sobre nosotros, la
Era de Acuario, la del "Portador de Agua". El agua magnetizada por la
presencia de Buda y Cristo, contiene ciertas propiedades curativas.
Despu�s de la bendici�n, la multitud se dispersa silenciosamente,
encamin�ndose hacia sus lugares de servicio.
Tal es la leyenda detr�s de
este Festival, y tambi�n, tal es la realidad si nos atrevemos a creerla
y si nuestras mentes est�n suficientemente abiertas y nuestros corazones
suficientemente expectantes, como para reconocer su posibilidad. Estas
idea requiere que ajustemos algunas de nuestras m�s caras creencias.
Pero, si puede ser captada y comprendida, surgir� en nuestra conciencia
la posibilidad de que la raza sea consciente de su propia divinidad,
pudiendo desarrollar una Ciencia de Acercamiento a las fuerzas de la
Vida y verdades m�s profundas que a�n se hallan ocultas.
Hombres y mujeres del mundo
guiados al un�sono por Buda, que trajo la luz a Oriente y por Cristo,
que revel� la luz a Occidente, pueden demandar y evocar una bendici�n y
revelaci�n espiritual tan intensas que en un futuro inmediato se pueda
demostrar lo que tanto aspira la humanidad: "paz en la Tierra y buena
voluntad entre los hombres". De esta manera podemos introducir una era
de fraternidad y comprensi�n que permitir� al hombre disponer de m�s
tiempo para que se dedique a buscar a Dios por s� mismo.
Texto: versi�n libre de
varios autores: Alice A. Bailey, Torkom Saraydariam, C.W. Leadbeater.
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