[
Quinta
Iniciación Jerárquica
]
El Adeptado
Por Vicente Beltrán Anglada
Esta es la Iniciación con la que finaliza la etapa evolutiva del
ser humano. Desde el momento de la Individualización en el que
las unidades selectivas procedentes del reino animal se
convirtieron en seres humanos, han transcurrido millones de años
y ha sido recorrido un dolorosísimo trayecto lleno de inmensas
dificultades. El Karma ha gravitado constantemente sobre la
entidad humana, exigiéndole ininterrumpidos esfuerzos de
adaptación al medio y una tremenda secuela de sacrificios y
reajustes, para que la esencia espiritual expresada en el Ángel
solar o Yo superior y el aspecto material manifestado a través
de los tres cuernos expresivos en los tres mundos, constituidos
por una mente incipiente, un cuerpo astral en proceso de
estructuración y un potente y gigantesco cuerpo físico, pudiesen
armonizarse a través de continuados y sucesivos procesos de
encarnación o de integración.
Vino después de un período en el que la esencia espiritual
empezó a gobernar al aspecto material y entró el ser humano en
aquellas etapas evolutivas esotéricamente definidas como Sendero
del Discipulado. Sucediéronse tales etapas en ciclos sucesivos y
llegada el alma a cierto punto dentro de la etapa del
Discipulado, entró en aquella nueva fase que en lenguaje oculto
llamamos “corriente iniciática” y empezó a recorrer el SENDERO
de Luz, del cual prácticamente ya no se retorna. Vinieron
después, en inefable secuencia, aquellas expansiones de
conciencia que llamamos Iniciaciones, con la penetración
consciente en ciertas zonas de misterio en el interior de las
cuales la entidad humana iba recogiendo el fruto de la
experiencia en los tres mundos.
En la primera de estas iniciaciones, el alma del discípulo se
hizo dueña y señora de su cuerpo físico, gobernó sus impulsos y
exigencias y redimió progresivamente aquella substancia de su
cuerpo que estaba vinculada con el reino mineral. Prácticamente
inició dentro de sus estructuras densas un proceso mágico de
“radioactividad” y aquellas asombrosas vidas dévicas que
animaban las células de su cuerpo empezaron a brillar y a emitir
radiaciones a su alrededor. A este proceso de redención que
efectúa el Iniciado al operar conscientemente sobre la
substancia dévica que forma su cuerpo físico, se le denomina
técnicamente de “radiación magnética”.
En la segunda Iniciación se hizo señor de su cuerpo astral y
consecuentemente, liberó las unidades dévicas que constituían su
estructura molecular, de su fuente de procedencia mística, el
reino vegetal. Todas aquellas vidas dévicas liberadas fueron
bañadas en el “agua de vida” de los niveles superiores de la
esfera astral y reflejaron entonces el sentimiento vivo de
devoción a la obra divina y la sensibilidad al bien, que son las
energías predominantes en tales niveles. En su totalidad,
representó un proceso místico de redención espiritual que reveló
la sensibilidad espiritual del Alma superior del Iniciado y Su
amor infinito hacia el Plan de evolución planetaria.
En la tercera Iniciación, el Iniciado integró perfectamente sus
tres cuerpos inferiores, físico, astral y mental y adquirió
control y dominio sobre entidades dévicas de los reinos mineral,
vegetal y animal. El símbolo cristiano de los tres REYES MAGOS,
Gaspar, Melchor y Baltasar ofreciendo Sus dádivas al NIÑO DIOS
(símbolo eterno del alma humana) en la Cueva de Belén, es muy
ilustrativo al respecto, pues esotéricamente revela la obra del
Iniciado en la tercera etapa iniciática. Esta analogía se verá
todavía más claramente si se asocia la idea de los tres Reyes
Magos con los tres discípulos de Cristo dormidos al pie del
Monte Tabor encima del cual recibe el Iniciado la tercera
Iniciación o de la Transfiguración, a la que hicimos adecuada
referencia en páginas anteriores.
Es así como el iniciado, en virtud de la triple obra, adquiere
control sobre unidades dévicas de las tres esferas de SHAMBALLA,
física, astral y mental, sobre sus tres cuerpos inferiores y
sobre los tres reinos subhumanos: mineral, vegetal y animal. La
integración del triple CÁLIZ propicia la expresión del VERBO. El
Iniciado irradia entonces magnetismo causal.
En la cuarta Iniciación, el Iniciado eleva su CÁLIZ purificado,
o triple ofrenda, al Plano búdico, a la esfera de la perfecta
unidad espiritual y recibe, a su vez, el pago de la triple
ofrenda, el sentimiento indescriptible de COMPASIÓN hacia todo
ser viviente y la INTUICIÓN espiritual. El Iniciado se convierte
en un TAUMATURGO de la Buena Ley. Puede curar, sólo por medio de
su radiación espiritual, todos los males del mundo, así como
efectuar la redención final de los “últimos despojos de sus yoes
vencidos”. A Sus píes se extiende la vastísima panorámica del
valle trascendido y del largo y fatigoso camino recorrido. Se
siente libre del tiempo. El espacio de Su conciencia se ensancha
a extremos inconcebibles. Nada le ata a la Tierra, nada le
impulsa hacia el Cielo. Se siente SOLO, infinitamente SOLO,
enfrentando el sobrecogedor VACIO, suspendido entre Cielo y
Tierra. Y es ahora, en estos momentos de inmensa e
indescriptible SOLEDAD en los que ha perdido toda ilusión de
vida y esperanza, cuando la Vida y el Propósito de Dios lo
atraen definitivamente, sin resistencia alguna de su parte,
hacia el Seno creador... Ha nacido un nuevo ARHAT.
La quinta iniciación se caracteriza por la RESURRECCIÓN. Ya
cuando todo se creía absolutamente perdido, cuando el Cielo y la
Tierra desaparecieron del campo de visión del Iniciado, cuando
“todo hubo sido consumado”, es cuando se produce el gran Milagro
de la Resurrección. Entonces, Cielo y Tierra, Espíritu y
Materia, Espacio y Tiempo aparecen ante Su asombrada visión como
formando parte de un sólo y único Propósito. No se trata de un
bello concepto esotéricamente conocido o de una verdad
místicamente hilvanada sino de una VIVENCIA, dentro de la cual
el Iniciado participa íntegramente de la Gloria de Dios,
representada en la figura central de SANAT KUMARA, el SEÑOR DE
SHAMBALLA.
Frente al Iniciador Único y asistido por los tres grandes
Señores planetarios -el MANÚ, el BODHISATTVA y el MAHACHOHÁN,
por los seis BUDAS, tres esotéricos y tres exotéricos, en
representación mística de todos los reinos de la Tierra y
actuando el SEÑOR BUDA, Aquél que en Su última encarnación
física en el planeta ocupó el cuerpo del príncipe SIDHARTA
GAUTAMA, como representante del reino humano- recibe el ARHAT,
aquella Iniciación que le convierte en un Adepto de la Buena
Ley, en un Maestro de Compasión y de Sabiduría. El Iniciado ya
no es un hombre, se ha convertido en un DIOS. Ha resurgido de la
Carne y del Espíritu; ha resucitado. Empieza ahora para ÉL un
nuevo y más esplendente Camino. Forma parte de un nuevo Destino.
Es un perfecto exponente de los Designios de Dios, del Logos
planetario del esquema terrestre, que todo lo gobierna e incluye
dentro de la majestad de Su omniabarcante Seno y se ha
convertido en un fiel y consciente servidor del SEÑOR DE
SHAMBALLA y ÉSTE le glorifica introduciéndole en los místicos y
sagrados Misterios de Su Reino...
Fuente: "Los
Misterios de Shamballa", de Vicente Beltrán Anglada
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La Iniciación
Espiritual del Hombre
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